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Todos dicen que la Fórmula 1 es previsible, pero hay que reconocer que su libreto contiene más intrigas que una buena película de Hollywood.

Espionaje industrial, corrupción deportiva, coches lentos, mecánicos rápidos, dirigentes de vida privada risqué, zancadillas, empujones, todo en un día de trabajo.

El ingrediente que falta, para ser el deporte perfecto, es carreras más interesantes. La del domingo en Melbourne fue ganada de punta a punta por un británico, pero no el campeón mundial, sino otro, cuya mejor ubicación el año pasado fue sexto, en el Grand Prix de España.

La Fórmula 1 incuba un nuevo campeón, Jenson Button (playboy provinciano y piloto frustrado hasta hace algunas semanas) y un nuevo auto/equipo arrollador, Brawn GP, que también parecía condenado al fracaso, tras heredar los restos del equipo Honda, campeón de los fiascos.

Ahora, Button ha sido elevado a la categoría de superpiloto y el Brawn demuestra una superioridad aplastante... que podría esfumarse, algunos creen, si las autoridades escuchan las protestas de otros equipos sobre el "difusor", o cuando los grandes adopten una solución semejante.

Esta doble transformación, piloto/coche, dio algo de sabor a la primera carrera del calendario, que por lo demás fue bastante insípida.

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Esta es la mejor época del año para ver ´Úú³Ù²ú´Ç±ô por televisión: cuartos de final de la Liga de Campeones Europeos, con los mejores jugadores de todo el mundo en las pantallas.

Los partidos son a carra de perro, aunque sería mejor sin ese factor que favorece al equipo local en el segundo partido, por el doble valor de los goles como visitante y el aliento en el posible "alargue" de 30 minutos.

Se ha propuesto un tercer partido, para evitar esto, pero la oposición es muy fuerte y pocos creen que la idea pueda prosperar.

En ocasiones anteriores, cuando hemos destacado la importancia de la Liga de Campeones, algunos lectores latinoamericanos nos han acusado de elitismo y de menospreciar la Copa Libertadores.

En realidad, la Liga de Campeones Europeos es un torneo con una fuerte participación latinoamericana, ya que los grandes equipos tienen a los mejores internacionales de ese origen.

Y también vemos a los mejores jugadores africanos.

De modo que con latinoamericanos, africanos y asiáticos, más algunos europeos, que los hay, tenemos un torneo realmente internacional.

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Maradona nos ha sacado de dudas, con más celeridad que lo previsto.

¡Un gran talento para introducir la pelota en la portería de los adversarios, un genio incomparable para los goles en contra!

El hada de Cenicienta le concedió, en la cuna, una mano celestial y unos pies diabólicos, pero también lo condenó a expresarse con la boca de Maradona.

La boca de M se abre como las compuertas de una represa: la correntada puede llevarse todo por delante, cordura, prudencia, vacas, postes, paredes, amistades.

El equipo nacional argentino ni siquiera ha jugado su primer partido oficial, pero su seleccionador ya forzó la renuncia de Juan Román Riquelme, a quien muchos, incluso el propio M, consideraban imprescindible hasta hace muy poco.

(No importa que la pérdida esté relativizada por el envejecimiento del jugador.)

También ha humillado y castrado simbólicamente a Carlos Bilardo, el coordinador de selecciones, de quien se esperaba que transmitiera algún equilibrio al seleccionador.

Maradona está acostumbrado a la adulación y no tolera la independencia de criterio. En esto se parece al personaje que lo nombró, Julio Grondona, el jefe de la AFA.

"Estoy muy enojado con Fulano", suele decir M, y el pobre Fulano debe resignarse a que le caiga encima un balde de inmundicias, en vivo y directo en todos los canales.

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Cada día que pasa los aficionados odian más a los árbitros del ´Úú³Ù²ú´Ç±ô.

En Genoa 0-2 Inter, el juez sanciona un gol de Ballotelli, aunque la pelota no había cruzado totalmente la línea. Es el gol que da tranquilidad a la gente de Mourinho y cierra las puertas a la recuperación de los locales.

Mi aversiómetro detecta una intensa rabia, potenciada por el recuerdo de otros fallos en partidos anteriores, casi todos favorables al Inter.

En Real Madrid 1-1 Atlético de Madrid, Huntelaar marca su gol en posición adelantada: no importa, el juez de línea lo convalida.

Después, en los últimos instantes, el juez se abstiene de pitar un penalti de Sergio Ramos al Kun Agüero.

El aversiómetro trepa hasta "fobia asesina".

El odio está en el aire, como la neblina en las películas de horror.

Nos dirán que el público siempre ha odiado a los árbitros con la misma intensidad.

No es así: en casa tengo un aparato, un aversiómetro finamente calibrado, que detecta y mide desde la indiferencia hasta el aborrecimiento más profundo, y su aguja está firmemente clavada en el punto máximo cuando lo llevo al estadio o lo enciendo en el pub o el living de mi casa.

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La suerte de los principales clubes europeos se refleja en el prestigio de sus entrenadores. El único que sonríe satisfecho a esta altura de la temporada es Alex Ferguson, el escocés del Manchester United.

El Barcelona trastabilla, el Liverpool ya no cuenta, el Arsenal no marca goles ni por error, el Inter gana o empata con la ayuda de los árbitros, el Real Madrid sopla frío y caliente, el AC Milan muestra su edad avanzada...

Guardiola, el del Barça, era un santo en los altares hasta hace un par de semanas. Ahora, tras perder ocho puntos en tres partidos de liga, su aureola parece mustia y muchos comentaristas (especialmente los de Madrid) hacen notar su falta de experiencia y de carácter para revertir la situación y poner en vereda a sus mejores jugadores, que han bajando el rendimiento.

(No sólo Messi, sino también Xavi, Eto'o y Alves.)

Benítez, el del Liverpool, fue un héroe en el Santiago Bernabeu, cuando su equipo superó al Real Madrid en Liga de Campeones, pero a su regreso a la Premier League se rindió ante un vulgar Middlesbrough y ya no aspira al título. Sus críticos, implacables, sólo le reconocen maña en copas europeas.

Es evidente la incomodidad de José Mourinho en el Inter, un club donde la estrella es el propietario, Massimo Moratti. Ganará el título de la Serie A, sin duda, debido en buena parte a la debilidad de sus principales rivales, pero en Europa recibió una lección del Manchester United en su propio campo.

Sus dos pupilos "imprescindibles" de esta temporada, Mancini y Quaresma, fracasaron estrepitosamente. Y sus buenos resultados de los últimos partidos debe agradecerlos a los árbitros y a dos "castigados", Adriano y Ballotelli.

Jurgen Klinsmann, del Bayern Munich, ha defraudado en la Bundesliga, aunque algunos consideran al equipo alemán el "tapado" de la Champions League, debido en gran parte a un partido anómalo en que goleó al Sporting.

Bueno, para no extenderlo más con ejemplos, el único técnico famoso que sigue conservando y acrecentando su fama de mago es Alex Ferguson.

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