Para chuparse los dedos
Un Real Madrid-Barcelona siempre es atractivo, pero en esta ocasión (el sábado 2, en el Santiago Bernabeu) estará para relamerse.
Primero, claro, porque puede decidir el campeonato español. El Barça llega con cuatro puntos de ventaja pero tiene un calendario pesado: una derrota podría resultarle fatal con cuatro fechas por delante. Y otra de Perogrullo: una victoria, en cambio... etc. etc.
Luego, para saber si un equipo de juego casi perfecto, embarcado en tres competiciones (Liga, Champions y Copa del Rey), es capaz de superar a un equipo descompensado, que juega a los ponchazos y nada más que en la Liga, pero que tiene una voluntad y un orgullo indomables.
Después, porque el Barcelona llega a la cita en uno de los momentos más difíciles de su campaña: el partido estará precedido y seguido por los dos compromisos ante el Chelsea por Liga de Campeones. Y este Chelsea ya no es el equipo vacilante de Scolari, sino el rejuvenecido de Hiddink.
También hay que considerar el rendimiento de ambos equipos en sus últimos compromisos locales: el Barcelona empató con angustia, 2-2, en su visita al Valencia, mientras que el Madrid aguantó un chaparrón inicial y terminó arrollando 4-2 al Sevilla, en el campo de los andaluces.
No hace falta una lupa para percibir que en el Mestalla, el sábado, las luminarias del Barça estaban apagadas: Messi e Iniesta prometieron un festival, cuando combinaron en el primer gol, pero luego desaparecieron.