Don Camilo confiesa a José Mourinho
Don Camilo recibió a Pepón Mourinho cerca del Cristo crucificado, para mantener la serenidad y no caer en la tentación de aferrarlo del pescuezo.
"¿Te sientes mal? No habrás venido a confesarte, por supuesto."
"No, Don Camilo: he venido a hablar con el hombre de mundo, de este mundo, no el hombre del más allá."
"No seas irrespetuoso, que estamos en la casa de Dios. ¿Qué quieres?"
Pepón se quitó su abrigo de Armani, revelando una chaqueta cortada por Dolce, que debió costar más que las limosnas que Don Camilo recibía en años.
"El regalo de una admiradora", dijo Pepón, con un brillo de burla en los ojos, mostrando un Rolex de oro del tamaño de una mozzarella.
"Calma, calma, don Camilo", murmuró el Cristo desde su cruz.
"Yo no soy de confesarme, aunque acostumbro a recibir las confesiones de mis jugadores. El problema es que ya no me interesa escucharlas."
Don Camilo no dijo nada.
"Ay, Don Camilo, éste no es un buen año para un gran entrenador..."