Carlos Tévez es un ejemplo de sensatez y equilibrio en una especialidad, la de goleador, muy vulnerable a los cambios y las contrariedades.
El goleador, como el portero, no tiene refugio en la responsabilidad colectiva.
Varios goleadores de nota están peleados con el gol: Cristiano Ronaldo e HiguaÃn en Madrid, Wayne Rooney en Manchester, Diego Milito en Milán (embocó dos ante el Bari, pero su forma no es la de antes del mundial).
Otros se han recuperado esta temporada: Eto'o encabeza la lista de goleadores del calcio, Berbatov ha dejado a varios con la boca abierta en Inglaterra.
Los altibajos se deben a diversos factores: lesiones, falta de continuidad, abulia, crisis de relaciones personales, ±ð²õ³¦Ã¡²Ô»å²¹±ô´Ç²õ, cambio de entrenador y de librillo, nuevos compañeros, ansiedad, falta de inteligencia... y hay más.
Tévez parece inmune a las contrariedades. En los últimos meses ha tenido una vida bastante agitada, con el nacimiento prematuro de su segunda hija, problemas familiares y de relaciones sentimentales, etc., pero siempre ha mantenido su rendimiento en el campo de juego, con una entrega conmovedora.
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Cristiano Ronaldo ha comenzado a preocupar a los hinchas del Real Madrid.
También inquieta a Mourinho, cuya irritación en el banquillo, durante el partido con la Real Sociedad, se debÃa a la confusión que aquejaba a CR, su mejor jugador.
Hasta la prensa adicta, que todavÃa tiene atragantada la frustración por el flojo rendimiento de Kaká (atribuible, se supone, a una serie de lesiones), ya está expresando su fastidio ante la evidente agitación del portugués.
De los dos portugueses, dirán algunos, pensando en la desfachatez de Mourinho al utilizar al club blanco para quedar bien con el público de su paÃs.
Vamos, que a él le gustarÃa entrenar "gratis" a la selección por dos partidos, si no fuera por la avidez del club, que le exige dedicación exclusiva.
Pero el descaro de Mourinho ya no sorprende a nadie, mientras que la inmadurez emocional de CR sigue siendo una novedad en España.
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¿Por qué cae el favorito? ¿Qué sucede realmente cuando "las cosas salen mal"?
Por estos dÃas abundan las sorpresas, los resultados que no encajan en el esquema mental del aficionado ideal, al que apuntan los titulares periodÃsticos.
El Barcelona se rinde ante el Hércules (0-2), el Bernabéu silba al equipo de Mourinho, el Man U gana fácil al Everton pero termina empatando (3-3), Federer no alcanza la final del abierto de Estados Unidos (por primera vez desde el diluvio), el campeón mundial de ´Úú³Ù²ú´Ç±ô es goleado en Buenos Aires, el de baloncesto pierde cuatro partidos en el mundial de TurquÃa...
¿Debemos hablar de resultados anómalos o de algo normal en una actividad en la que el adversario también se esfuerza y tiene voz en el resultado?
En mi universidad, que no estimulaba el debate (eran todas clases magistrales), un profesor adjunto llegó un dÃa con una propuesta novedosa:
"El factor que marca la diferencia entre el éxito y el fracaso no es el talento, sino la determinación. Discutir".
Casi todos defendimos el talento, por supuesto, pero un compañero, más cÃnico o avispado (elijan ustedes), nos hizo ver que sin determinación el talento era inservible.
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La selección argentina se prepara para el encuentro amistoso en Buenos Aires ante los actuales campeones del mundo.
"No hay que morirse sin intentar jugar como España", dijo Esteban Cambiasso el otro dÃa.
El internacional argentino no dio mucha importancia a la frase, una más entre las declaraciones de compromiso antes del amistoso Argentina-España, pero no cabe duda de que está destinada a marcar una época, dure lo que dure.
España, esta España, aspira a la belleza, en una época en que hasta los brasileños dan la impresión de haber renunciado a ella.
Hasta hace muy poco tiempo prevalecÃa una visión pesimista del juego: que la potencia, el atleticismo, la velocidad de los futbolistas actuales, hacÃan virtualmente imposible el juego atildado de la época clásica.
Y en vez de adaptar la norma clásica a las nuevas condiciones, la mayorÃa de los técnicos la apartaron... hasta que una conjunción de talento y circunstancia le dio una nueva oportunidad, primero en el Barsa y luego en el equipo español.
Ahora, Cambiasso nos recuerda que, en el fondo, muchos futbolistas aspiran a la perfección; es cierto que veneran la eficacia como a un dios menor, que les pone la comida en la boca, pero en el fondo adoran a la belleza.
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