En ´Úú³Ù²ú´Ç±ô, como en cualquier deporte de alta competición, pocas cosas son tan gratificantes como la aparición de un joven que promete igualar o superar a los consagrados.
El ´Úú³Ù²ú´Ç±ô brasileño es tan pródigo que uno se maravilla cuando pasan varios años sin que emerja uno de esos talentos de órdago, que marcan la diferencia con el resto.
La fuerza de la costumbre nos lleva a "descubrir" grandes jugadores brasileños durante esos raros momentos de vacas flacas.
El último en la lista es Neymar, de 19 años, que ayer marcó los dos goles en la victoria del seleccionado brasileño ante el de Escocia, en el estadio Emirates del Arsenal, en Londres.
Los comentaristas se relamen, pensando en la posibilidad de un nuevo monstruo, en un panorama que ya tiene a Lionel Messi y Cristiano Ronaldo.
Todos rogamos que asà sea, pero la experiencia nos aconseja prudencia.
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Para los testigos ocasionales, es muy difÃcil no conmoverse cuando un/a enamorado/a murmura palabras tiernas en el oÃdo de la persona amada, pero cuando se trata de dos hinchas de ´Úú³Ù²ú´Ç±ô, con algunos tragos de más, les aseguro que no hay nada de dulce y la única emoción es de incomodidad.
Tampoco hay murmullos ni ternura, porque todo se dice a los gritos y en ese tono de broma amenazante que adoptan los parranderos de todo el mundo.
Estamos en el tren Edimburgo/Londres, el sábado 19. Hace poco nos detuvimos en Doncaster, donde subió un grupo de hinchas del Queens Park Rangers, un club de Londres que acababa de ganarle 1 a 0 al Doncaster Rovers.
Ocupamos uno de los asientos ante una mesita. A nuestro lado una señora de aspecto severo, como de directora de escuela (retirada). Enfrente, un señor aburridÃsimo... y un hincha del QPR, que conversa a los gritos con sus amigos.
El QPR encabeza la Championship (segunda división) con nueve puntos de ventaja sobre Norwich; Doncaster languidece a 32 puntos de distancia.
El triunfo en Doncaster ha sido particularmente dulce porque el Keepmoat Stadium suele ser poco propicio para los forasteros de Londres.
Los hinchas levantan sus latas de Guinness (cerveza negra, fuerte) y cantan: "Nine points clear, have another beer" (nueve puntos de ventaja, tómate otra cerveza).
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Los grandes entrenadores de ´Úú³Ù²ú´Ç±ô, los que serán recordados como sÃmbolos de su época y de sus equipos, no se pueden limitar a asuntos técnicos: también necesitan controlar la ±è´Ç±ôóپ±³¦²¹ de sus clubes y hasta de las federaciones nacionales.
Los prohombres de esta hora, Alex Ferguson, Lord Voldemou y Pep Guardiola, ejercen este control en grados diversos.
El catalán mantiene una relación personal con la afición culé, "puenteando" a la directiva del Barça, a la que mantiene sobre ascuas con su táctica de renovar el contrato en forma anual.
El escocés se ganó el respaldo de la familia propietaria del Manchester United, los Glazer, al reconocer en forma pública la legitimidad de su gestión, rechazando explÃcitamente la rebeldÃa de los socios y simpatizantes que trataron de impugnarlos.
El portugués, sin los lazos afectivos de Guardiola en el Barcelona y Ferguson en el Man U, y urgido por la crónica impaciencia institucional del Real Madrid, desencadenó una exitosa blitzkrieg contra sus supuestos enemigos en la directiva, que acorraló y finalmente rindió al presidente Florentino 'Ozymandias' Pérez.
Cada uno de estos tres soberbios ejemplares del oficio de entrenador de ´Úú³Ù²ú´Ç±ô despliega un estilo propio en las intrigas palaciegas para asegurarse la cuota de poder que necesita.
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En ´Úú³Ù²ú´Ç±ô, los entrenadores más festejados suelen ser los más odiados.
Es que además de ser exitosos, que ya es un pecado para el resto, casi siempre son muy vanidosos y arrogantes, debido al ardor amoroso de los obsecuentes.
Sin entrar a hablar de un técnico muy pero muy conocido, que no nombraremos porque hemos hecho el voto de callar su nombre por dos semanas (una hazaña en el panorama periodÃstico actual), el más odiado y festejado es seguramente Alex Ferguson, cuyos muchos enemigos festejan el Liverpool 3-1 Man United.
Ferguson es el sumo sacerdote de los entrenadores. Tiene tanto prestigio, acapara tanta devoción, que de sacerdote ya está pasando a dios encarnado. De esos dioses que no perdonan ningún agravio. La misericordia no le cae bien.
Pero este semidios, este Prometeo, como Carlo Ancelotti hace un par de meses, asiste ahora con incredulidad a la debacle de su equipo, que se deshace como una estatua de sal bajo el agua tibia. O eso creen ver sus enemigos
Su caÃda ante el Liverpool de Kenny Dalglish, su viejo enemigo, debe haber sido uno de los golpes más duros recibidos por el viejo guerrero.
Ferguson detesta al Liverpool, detesta a Dalglish y detesta perder, especialmente a manos de un equipo al que habÃa desestimado hace unos dÃas, cuando señaló al Arsenal como el único rival en la marcha hacia el tÃtulo.
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