Mil palabras para describir una imagen
Este sábado se cumple el segundo aniversario de los atentados ocurridos el jueves 7 de julio de 2005 en la capital británica.
Los que estuvimos esa mañana en Londres guardamos muchas imágenes de ese día y de los que siguieron. Yo no puedo olvidar una escena que tuvo lugar durante dos minutos, entre las 12:00 y 12:02 del jueves 14 de julio.
No tengo conmigo esa imagen para compartirla con ustedes. Su fuerza vale -como dice el dicho- más que mil palabras. Sólo puedo intentar, con mil palabras y una foto tomada mucho después, describir esos 120 segundos donde millones de personas se volvieron estatuas.
Primero debemos empezar por la mañana del primer jueves. Cuatro bombas estallan en el sistema de transporte londinense. La ciudad se paraliza. Autobuses y metros se detienen. Ningún avión atraviesa el cielo de la capital británica.
Con el correr de las horas sabemos que hay decenas de muertos. Con los días conocemos sus historias, sus últimos minutos, el llanto de sus deudos. Familiares y amigos empapelan Londres con la foto de sus seres queridos, con la esperanza de que estén perdidos y no muertos.
El 14 de julio a las 12:00 horas, dos minutos marcan el inicio de una serie de eventos para recordar las víctimas. La consigna es muy simple: toda persona debe quedarse inmóvil y en silencio. Si están en sus oficinas o en sus automóviles, deben salir a la calle para exponer su quietud.
Llega la hora. Los periodistas de ý Mundo salimos al balcón del octavo piso de Bush House, el imponente edificio del Servicio Mundial. Debajo nuestro está la equina que pueden ver en la foto superior (tomada días atrás para colaborar con esta descripción).
Desde arriba vemos los autobuses colorados de dos pisos, los taxis negros, los peatones, todos quietos. Una persona incluso se encuentra paralizada en el medio de la calle, en la línea de un auto detenido a pocos metros. El semáforo pasa del rojo al verde durante 120 segundos pero ninguno hace el menor movimiento.
En nuestro balcón, los periodistas de la ý también somos estatuas de sal, no por mirar atrás, sino por el asombro y la culpa. Somos culpables de observar todo desde tan lejos, desde tan arriba, como niños que se escapan del control de los adultos para ser testigos de un espectáculo que le es ajeno, que les está prohibido.
(Es necesario aquí hacer un paréntesis en este relato para reconocer una fascinación que me acompaña desde pequeño: siempre me atraen esos momentos donde la lógica de una ciudad, repetida una y otra vez durante años, se interrumpe súbitamente destrozando las reglas del juego que jugamos todos los días).
Esos instantes ocurren raras veces y no suelen estar programados, como los dos minutos de silencio londinenses.
Cuando vivía en mi ciudad, yo satisfacía este íntimo morbo caminando los fines de semana por el centro financiero de Buenos Aires. Me parecía tan absurdo y tan intrigante el vacío de esas calles, en contraste con el ruido y la multitud de gente que las invadía desde la primera hora del lunes).
Vuelvo a Londres. Al balcón del octavo piso del ala noreste del Servicio Mundial de la ý. A la gente que con su inmovilidad desafía a los autores de los atentados ocurridos hace siete días (y sin saberlo, a los hombres que en ese momento planean repetir los ataques siete días después).
¿Qué clase de protesta es ésta? Para nosotros, llegados de Latinoamérica, es una escena nunca vista. Protestar en nuestros países es marchar, gritar, saltar y si es necesario correr. ¿Acaso no utilizamos en nuestras crónicas periodísticas el sustantivo "movilización" como sinónimo de "manifestación"?
Al silencio estamos acostumbrados. Todos cubrimos alguna vez marchas de silencio, minutos de silencio, pedidos de silencio. Pero la quietud es única, la quietud programada, la quietud obedecida, la quietud como proclama posee una fuerza que no conocíamos.
¿De dónde sale esta gente? ¿Por qué no agita los brazos y pide justicia? ¿Por qué no camina unida al grito de "no tenemos miedo"? ¿Qué les impide reclamar con toda la garganta por los muertos o por el destino de los que quedan vivos?
En el octavo piso nosotros no hablamos, pero todos nos preguntamos lo mismo: ¿Qué hay detrás de esa disciplina del duelo? ¿El sufrimiento de dos guerras mundiales, la represión habitual de los británicos que sólo se desinhibe con alcohol o con fútbol, el estupor causado por atentados que todos esperaban hacía 1.394 días?
Los dos minutos no terminan nunca. Desde las alturas, yo desconozco si los 120 segundos han pasado o si debajo nuestro nadie se anima a ser el primero en reaccionar. ¿Quién se atreve a empujar a millones con un solo gesto?
No recuerdo quién empezó. Si la bocina de un autobús o la luz de giro de un auto. Pudo haber sido ese peatón atrapado en la mitad de la calle o el automovilista que lo tenía en la mira. Pero fue como si Londres, después de contener la respiración, cargara violentamente sus pulmones de aire y volviera a respirar.
A mi limitación de palabras y a la ausencia de videos o fotos, se suma otro problema a mis dificultades para describir la escena en cuestión: la única explicación que tengo para tratar de entender qué hicieron los londinenses en esos dos minutos "está" en inglés: hold the line.
La traducción literaria sería "mantener la línea", pero no se trata de mantener la compostura sino de una línea de defensa. La frase tiene un connotación militar: resiste, conserva tu posición, cuida los flancos y pase lo que pase... no dejes que pasen.
Y la línea para ellos no se defiende gritando o saltando, se mantiene en silencio, concentrados, inmóviles en una trinchera, rígidos en su lugar como una muralla.
Los automóviles cargados con explosivos encontrados la semana pasada volvieron a poner a todos sobre aviso. Nadie quiere otros dos minutos de una ciudad de estatuas. Pero los músculos ya están tensos.
Mil palabras.
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Creo que todas las formas de demostrar mi demanda; que no incluyan violencia, agresión, exaltación exagerada de ningún tipo; son una forma inteligente de decirle a la otra parte, estoy con la fuerza de la razón no con la razón de la fuerza
Los actos terroristas dejan mudo al mundo. Por la locura que conllevan; por la artera actitud que desarrollan; por la idea, la realización, la ejecución, la muerte. ¿Qué lleva a una persona a preparar organizadamente tanto horror sino el desequilibrio mental? Dos minutos de silencio, para recapacitar, para preguntarse y contestarse, si es que se encuentra la respuesta. Un detalle porque eres de esta Buenos Aires, te comento que acá se pide "justicia" a los gritos, porque en Argentina no existe la justicia. Seguramente en Inglaterra, la justicia es habitual. Esperemos que no tengamos que hacer nunca más, ni dos minutos, ni un segundo de silencio por estas atrocidades.
Me ha encantado tu post Matías, la forma en que expresas y explicas el por qué de lo que se conoce como "un minuto de silencio", alo cual lo comparo en una forma de actitud de duelo, ante el dolor.
El estar quietos y en silencio signfica para mi mucho autocontrol, y honestamente en latinoamérica, eso ya no existe...es mucho mas fácil para el ser humano gritar, desesperarse y dejarse llevar por los impulsos, pero ejercer control sobre ti mismo y demostrar que toda una ciudad puede autocontrolarse creo que ha sido la forma mas clara y tajante de decir a los terroristas, tenemos mucho para luchar.
Ojalá en mi país la gente lo entendiera...creo que eso está muy lejos de suceder aquí.
Un beso, y que bello post, insisto.
Por acá hay tanta pasividad, que me parece que a las manifestaciones más bien les sirve el movimiento.
La forma que encontramos para llamar a atención a tanta gente indiferente ante los problemas. Y dentro de nuestros movimientos existe gente que se mantiene firme, "hold the line", aunque no se ve.
La fascinación de lo diferente... Imagino lo impresionante de esa manifestación. Luego del dolor, de las lágrimas y el miedo, sólo queda demostrar al mundo que se sigue en pie.
Espero que no vuelva a pasar semejante tragedia.
El silencio y la estática como conmemoración es algo que los latinos nos cuesta aceptar, para mi es solo la reflexión de las vidas que se perdieron por actos inhumanos.
Ser espectador ante tal silencio, solo me refiere a que sirva para pedir que no se vuelvan a repetir esas perdidas de vida injustas por el egoismo mezquino de alguien en el poder.
abrazos!
Matías hay imágenes que se quedan congelada en nuestras memorias. A mí me pasa lo mismo con la imagen de Times Square tras los atentados del 11 de septiembre. Algunos turistas se aventuraban a tirarse fotos en plena calle, acostados, como si supieran que estaban haciendo algo que iba contra la lógica, ¿a quién se le hubiera pasado por la mente que acostarse en plena calle 42 sería posible?
Me encantó tu crónica y de igual manera, me preguntaba a quien se le ocurre protestar en silencio; me imagino que la respuesta me la ha dado el hecho de haberlo presenciado ya tantas veces que ha dejado de ser algo extraño, como me ocurría en mis días de recién llegada a esta ciudad. y de más está decirte que espero que no tengamos que volver a presenciar eventos que nos obliguen a "hold the line".
Un abrazo
Tuvo que suceder en EE.UU., Londres o Madrid para que recién se hable a voz en cuello sobre el problema del terrorismo en nuestra sociedad.
En mi país, Perú, durante la década de los años 80 y principios de los 90, la violencia terrorista secuestró y sometió a varios pueblos...
Y en mi memoria aún tengo registrado varias imágenes que espero no vuelvan a suceder (llantos, muertes, guerras, etc)...El actual Gobierno tiene la palabra...
Saludos, Matías (buena reflexión)
Gracias por este Blog. En América Latina somos diferentes, pero en el fondo, todos protestamos contra la violencia, del orden que sea y como quiera que se manifieste. En Venezuela la tenemos de todo tamaño y todo color; sólo el "rojo" resalta, no por el color, sino por el escándalo,desfachatez, abuso y cualquier calificativo denigrante que quieran agregar. Felizmente, el país está despierto, del partido de gobierno y de la oposición, porque todos estamos saturados de tantas formas de violencia. Dios ve para abajo y, en algún momento, sabremos por qué vivimos este desastre. Ojalá aprendamos la lección y otros países se estén dando cuenta, o al menos lo entiendan y nos respeten.
Querido Matias: Vivo en un lugar diferente el silencio es total, se siente el canto de los pajaros y en verano,los grillos. Pero me hicistes reflexionar que pasaría si ocurriera en Argentina algo igual. Pero recorde que ya sufrimos dos atentados la Embajada de Israel, el otro de AMIA, la consternación fué terrible. Espero que no sucedan más ni aqui ni en ningún lugar del mundo. Descolocan al ciudadano y no se supera por largo tiempo. Voy a rezar, para que no les suceda nada al mundo entero, es triste ver esa imagen. Tu compatriota que te quiere te envia un beso para la familia y uno especial para Joaquin de Matilde.
La imagen debe haber sido terrible en el instante en que se vivió.
El dolor humano no es contrastable, es decir, el dolor humano es igual para todos, no hay uno más válido que otro.
Por eso, sería bueno recordar que esa misma imagen descrita, se vive a casa minuto en otras partes del mundo, como Irak.
Me pregunto ¿Tiene sentido la guerra sin objetivos que parecen no cumplirse?
Un saludo fraternal, de ser humano a ser humano.
Imagino la cuidad y me parece increíble, sobretodo sabiendo que Londres es una ciudad con muchísimos habitantes.
Impresionante, muchas veces tenemos en la mente nuestra instintiva forma de reacción, pero cuando nos enfrentamos a algo diferente por estar inmersos en otra cultura, no hacemos más que callar, observar y en cierta forma imitar.
Expresar un sentimiento profundo y razonado es de seres humanos evolucionados. Por desgracia en México, la "revolución" y sus consecuencias no son más que "involución" a los estados más animalescos de la humanidad. En nuestro pais no puede haber una manifestación silenciosa, porque en el 99.99 % de los casos las manifestaciones se realizan por "profesionales" que cobran a "torta" por hora de gritos desaforados.
Es una pena pero es verdad. Por eso me causa admiración un pueblo como el Inglés que manifiesta con tanta oportunidad un sentimiento profundo como el rechazo a la injusticia del terrorismo
la imagen, con tus mil palabras, me quedo sumamente clara matias. y si, el inglés, aquel que hace cola de uno si es necesario, aquel cuyo respeto por las reglas de la buena compostura lo hacen tan como es, protesta con minutos de silencio cumplidos a rajatabla. me pongo a pensar y no recuerdo ni un solo minuto de silencio en mi infancio o adolsecencia que haya sido tan bien respetado, y mira que he "vivido" varios y motivados por parecidas causas.
creo que los actos terroristas no son mas que prosucto de una o varias mentes debiles ensombrecidas por la falta de paz en su alma, cultivemos esa paz en nuestras almas con el amor a los demas