Una tarde de febrero, en Atlanta
Me lo encontré una tarde de febrero en una acera del Midtown de Atlanta, Georgia, en el sur de Estados Unidos.
Le pregunté si hablaba español y me contestó "no" en un acento que me pareció latinoamericano. "Soy filipino", me dijo.
Y, otra vez, la palabra "filipino" me sonó como si la hubiera dicho yo mismo.
En inglés, le pregunté su nombre. "Leonidas del Campo", me dijo.
Me imaginé que incluso a la gente que no anda buscando temas para escribir un blog le debe sorprender un nombre tan pintoresco.
A mí, llamarse Leonidas, Leonidas del Campo, y no hablar español me parece un auténtico desperdicio.
De golpe me acordé de María José Cantalapiedra, catedrática de nuevas tecnologías aplicadas al periodismo en nosequé universidad española.
Son nombres sonoros, que evocan un montón de imágenes y que nos trasladan a un tiempo en el que los nombres nos decían cosas sobre el origen de la gente y sus oficios.
La diferencia es que María José, naturalmente, sí habla español. Leonidas no, aunque lo lleve en la sangre.
Cuando los españoles le cedieron las Filipinas a Estados Unidos, los nuevos colonizadores de las islas decidieron imponer el inglés como el nuevo idioma.
Y de la misma manera que en 1810 el impulso inicial de los promotores de la independencia americana fue defender los derechos de Fernando VII, los filipinos que rechazaban la interevención estadounidense adoptaron el idioma de sus antiguos opresores como forma de resistencia.
Así sobrevivió el español en Filipinas hasta hace muy pocos años. De hecho, algunas de las obras literarias más importantes de ese país fueron escritas en español por José Rizal y Alonso, Pedro Alejandro Paterno y Graciano López Jaena, entre otros.
Buena parte de la mejor literatura filipina en español se publicó durante los años de la ocupación estadounidense.
Y es que a pesar de los grandes esfuerzos de Estados Unidos por imponer la lengua, las clases educadas seguían cultivando el español no solo por rebeldía sino también por refinación.
Años más tarde vinieron la constitución de 1973, que estableció el inglés como lengua oficial, y el gobierno de Corazón Aquino, que eliminó la enseñanza del español en las universidades.
A pesar de estos esfuerzos, la gente del archipiélago siguió hablando no solamente español sino también los otros 170 idiomas o dialectos que se pueden escuchar en esa región del mundo.
De hecho, el 90% de la gente habla Tagalog, Cebuano, Chabacano, Ilokano, Hiligaynon, Waray-Waray, Kapampangan, Bikol, Albay Bikol, Pangasinan, Maranao, Maguindanao, Kinaray-a o Tausug.
Hoy en día, gracias a la promoción de organizaciones como el Instituto Cervantes, con el apoyo de la presidente Gloria Macapagal Arroyo, el español vuelve a ser de obligatoria enseñanza en las escuelas filipinas.
Los españoles gobernaron esas islas durante 300 años. El proceso de imponer el inglés como idioma tardó más o menos 100.
Sin embargo, en uno y otro periodo los filipinos siguieron hablando más o menos lo que les venía en gana.
Me pregunto si vale la pena, entonces, imponer una lengua por la fuerza o por decreto.
Me pregunto qué pasará si algún día prospera aquí en Estados Unidos la iniciativa de declarar el inglés como idioma oficial del país.
Me pregunto, finalmente, si algún día hablará español Leonidas del Campo con quien me encontré una tarde de febrero, en Atlanta.
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Explicaba en un colegio el alcance de un taller denominado “Pensatorio de Invensión y Creatividad”. Había pedido a los alumnos que buscasen una palabra que fuese universal. La más universal que se les ocurrió fue una famosa marca de bebida. Insistí en que la idea era que fuese entendida en cualquier parte del mundo y en cualquier época. Comprenderán – les dije - que si encontramos una palabra que cumpla con ese requisito, sería la primera de un idioma verdaderamente universal, que no necesitaría imponerse por decreto. Por el contrario, las academias de las lenguas se apresurarían a incorporarla.
En espera de respuestas, me di vuelta hacia la pizarra y a mis espaldas escuché, desde el anonimato del curso...
Continuaré la historia, pero antes pregunto al mundo ¿Puede alguien sugerir una palabra universal?
¿Aceptan el desafío de aportar al menos un vocablo al nuevo idioma del mundo?
No olviden que si eso ocurre, quedará aquí registrado para la historia, junto a sus nombres.
Ricardo Peña y Lillo V.
Interesante tu observación, José. Hace tiempo que quería tocar el tema del español en las Filipinas y la imposición del inglés. Creo que por aquello de los que se sientes que se les impone el castellano en Estados Unidos.
Aunque hay que dejar en claro que, a la salida de los españoles, el castellano era el idioma de común entendimiento en las islas filipinas, repleta de diversos idiomas y dialectos -válgame Dios- surgidos de la mezcla de castilla e idiomas locales. Es más, los reyes jamás impusieron el castellano como idioma de la población -aunque sí lo alentaban vivamente- ya que, en última instancia, estas islas su interés, más que económico, era de prestigio y de evangelización.
Así como sucedió en América, los misioneros prefirieron aprender ellos los idiomas locales para transmitir el Evangelio, que esperar el lento proceso de que los filipinos aprendieran castellano para llevarlos, luego, a Cristo. Obviamente esto permitió que sobrevivieran estos idiomas y que la difusión castellana fuera más lenta.
A la llegada de los estadounidenses se generó, al igual que en Puerto Rico, un proceso de imposición del inglés a través de todos los medios posibles. Los tribunales, las escuelas, los periódicos, el comercio, todas las instancias de la vida fueron paulatinamente anglizadas.
Actualmente se desconoce el número de hispanoparlante en las islas. Se sabe que existen y que se concentran en los alrededores de Manila, la capital. Como dato curioso, existe la Academia Filipina de la lengua española, correspondiente de la RAE.
Leyendo un artículo-reportaje, en el suplemento ADN del diario La Nación, de Argentina. Reportaje al escritor y miembro de la Real Academia Española, Arturo Pérez Reverte, éste decía que las estadísticas y tendencias que hoy se están produciendo llevan a una ENORME diferencia a favor del crecimiento de la lengua española en todo el mundo y por encima de todos los otros idiomas. Incluído el inglés.
¿Qué hace un submarino rosa estropeado en medio del pacífico acosado por japoneses y aliados durante la II Guerra Mundial? Si el comandante (Cary Grant) acepta que su lugarteniente es un gigoló (Tony Curtis), no es de extrañar que durante la película un filipino (que habla una mezcla de inglés, tagalo, y un par de palabra en español) encuentre su jabalí robado en un aseo de la nave, un grupo de sanitarias de la armada que tienen alterada a la tripulación y varias madres con sus hijos, la mayoría de las cuales están dando a luz.
¿Quién es el filipino? Cary Grant o el submarino. El actor tiene la obligación de salvar el barco, pero para conseguirlo debe aceptar que el submarino ya no es gris, sino rosa; que la tripulación difícilmente puede concentrarse, que las médicos del ejército no quieren estar allí, sino que es su única opción de llegar a tierra; que las mujeres filipinas se agarran a lo que pueden para que sus hijos sobrevivan y ellas mismas puedan dar a luz. ¿Y la cabra?¿Quién entiende a la cabra?¿El jabalí en el cuarto de baño? El barco ya no es de guerra. Es de color rosa y habla varios idiomas. Cary Grant debe aceptarlo. No sé en los EEUU, pero en España hasta George W. Bush habla español.
En esta tesitura es más fácil que los angloparlantes necesitan un blog titulado: “Do you Speak English?” Who speaks English?” o “Who is there?” Espero que no se pierda el inglés.
Debo reconocer que algo me he ido por las ramas, pero tu filipino de Atlanta me recordó al de la película y éste, a su vez, a la jocosa incomunicación de los habitantes del submarino rosa.
Continúo la historia iniciada en N° 1:
Había pedido al curso que visitaba, que buscasen una palabra universal y dándome vuelta a la pizarra, escuché a mis espaldas un inconfundible sonido emanado del anonimato. El profesor del curso se levantó encolerizado repudiando la ofensa y ordenó al alumno que abandonara de inmediato la sala y se dirigiese a la inspectoría. El curso me miró en tensión vergonzosa, mientras el alumno abandonaba cabizbajo.
¡Un momento! – exclamé levantando mis brazos, en señal de apaciguar.
¡Es la palabra más universal que he escuchado!
El profesor y el curso entero quedaron paralogizados y expectantes
¿No creen acaso que esa “palabra” supera con creces lo que he pedido?
¡Efectivamente, no sólo la entenderían en todo el mundo, todas las culturas y en todas las épocas, sino que lo comprenderían hasta los animales en cuya digestión participan también los gases!
Gracias a esa expresión, que nunca supe si tuvo algo de racional o simplemente el alumno no pudo contener la respuesta que encontró su propio inconsciente, se despejaron entonces las mentes y las palabras universales comenzaron a fluir, lo obvio se hizo perceptible y surgieron las palabras y sonidos más cotidianos y hasta usados en diversos idiomas. Unos relataron choques entre vehículos mediante runruneos acelerados, chichidos de frenadas y ¡crash!. Otros maullaron o relincharon, descubriendo en las imitaciones u onomatopeyas una de las más naturales fuentes de un idioma universal. Revisamos que los ladridos de perro varían en los distintos idiomas, pero igual se entienden: el “guau” o el “vau” alude a un perro mediano, el “wof” a uno grande, en cambio el “au” es más pequeño.
El “barabám” ruso, si se repite dramatizándolo es un perfecto tambor, pero de los grandes o largos (típico de la región). El “tam-borrrrrr”en cambio es una caja que “rrrrredobla”.
(Ocurrió en un liceo Salesiano y la deuda quedó abierta. El idioma universal depende ahora de nosotros)
Ricardo Peña y Lillo V.
Interesante, lo mismo me pasó hace unos años en Belice, un pequeño país con fronteras a México, Guatemala y hacia el Mar Caribe. Habiendo sido una colonia inglesa se impuso el idioma inglés, luego se independizaron y ahora son una república independiente pero con muchos nexos hacia sus colonizadores. Un ejemplo es la imagen de la Reina Isabel en sus billetes de todas las denominaciones. Estando rodeados de países de habla hispana los habitantes de Belice tienen nombres y apellidos castellanos, uno de ellos es Alejandro Sosa quien no habla una palabra de español, en la misma situación me encontré a José, Miguel, etc. Interesante las culturas. Saludos desde Guatemala.
hay una cansion de un grupo espaniol (creo llamase MECANO) en unas de la letra de sus canciones "No hay marcha en Nueva York" reza: (mi primera desilusion los problemas de comunicacion mas de dos millones de hispanos y alli no habla nadie en cristiano.)muy cierto y real en estados unidos los hispanos ya somos la mas grande minoria pero no hablamos ni INGLES ni CASTELLANO que hablamos ESPANGLISH hemos fusionado tanto el INGLES como el CASTELLANO en un desordenado Spanglish ya que los hispanos en estados unidos aunque han progresado economicamente no se han enrriquecido en su hablar no hablan El castellano tampoco hablan El Ingles solo tartamudean a ambos