Jenson Button, talento o suerte
Todos dicen que la Fórmula 1 es previsible, pero hay que reconocer que su libreto contiene más intrigas que una buena película de Hollywood.
Espionaje industrial, corrupción deportiva, coches lentos, mecánicos rápidos, dirigentes de vida privada risqué, zancadillas, empujones, todo en un día de trabajo.
El ingrediente que falta, para ser el deporte perfecto, es carreras más interesantes. La del domingo en Melbourne fue ganada de punta a punta por un británico, pero no el campeón mundial, sino otro, cuya mejor ubicación el año pasado fue sexto, en el Grand Prix de España.
La Fórmula 1 incuba un nuevo campeón, Jenson Button (playboy provinciano y piloto frustrado hasta hace algunas semanas) y un nuevo auto/equipo arrollador, Brawn GP, que también parecía condenado al fracaso, tras heredar los restos del equipo Honda, campeón de los fiascos.
Ahora, Button ha sido elevado a la categoría de superpiloto y el Brawn demuestra una superioridad aplastante... que podría esfumarse, algunos creen, si las autoridades escuchan las protestas de otros equipos sobre el "difusor", o cuando los grandes adopten una solución semejante.
Esta doble transformación, piloto/coche, dio algo de sabor a la primera carrera del calendario, que por lo demás fue bastante insípida.