El padre de todos los faros
Meses atrás les contaba en un blog mi teoría, que ni siquiera es mía, sobre la mitología que uno construye acerca de ciudades que no conoce.
Poemas, novelas, películas nos empujan a destinos que luego, si tenemos la suerte de conocerlos, no cumplen nuestras fantasías. Yo confesaba en aquel post que una desilusión me esperaba si un día pisaba Alejandría.
Fue por una vieja enciclopedia que yo soñé por primera vez con la ciudad fundada por Alejandro. No me atrajo ni la historia del emperador macedonio, ni la Biblioteca de los Ptolomeos sino un faro que desapareció hace siglos. A pesar de esto, hoy vine a buscarlo, porque es imposible no amar a los faros.
Mi guía de Egipto dice que Alejandría es la metrópolis que guarda uno de los pasados históricos más ricos, pero apenas puede mostrarlo en el presente.
Sus ruinas se reducen a una columna romana, unas catacumbas y dos o tres colecciones en museos. La vieja urbe donde Cleopatra sedujo a Marco Antonio está enterrada más de 5 metros bajo tierra o hundida en el Mar Mediterráneo.
Los templos y monumentos descubiertos bajo las aguas han inspirado la idea de crear el primer museo en el mundo íntegramente sumergido, pero por ahora todo lo que se puede hacer es bucear o contentarse con lo que hay sobre la superficie.
Quien la visite buscando rastros de su fundador, el Magno, podrá contentarse con su rostro en estatuas o monedas, pero no podrá visitar su tumba.
En una época donde satélites, imágenes infrarrojas y brazos robóticos han descubierto y revelado todos los misterios de nuestra Antigüedad, el último aposento del mayor guerrero de la Historia sigue oculto bajo , calles empedradas y puestos de ropa.
La Biblioteca creada por los sucesores de Alejandro bajo inspiración aristotélica tampoco existe, pero el inaugurado en el año 2002 justifica la visita a esta ciudad.
Su con letras y símbolos de 120 alfabetos, algunos tan enterrados en el pasado como la tumba del macedonio, resume aquel ideal de los primeros Ptolomeos de reunir en un solo lugar los saberes de todo el mundo.
Una vez , el visitante siente que está en un templo, tan sagrado como una catedral, una sinagoga o una mezquita.
La exposición de erguidas como tótems u obeliscos, junto a los millones de libros que se distribuyen por los anaqueles, colabora para que los fieles de la palabra impresa tengan ganas de arrodillarse ante sus dioses.
Otras razones para conocer Alejandría son sus
, sus viejos cafés de paredes y , la bahía por donde uno imagina la llegada de las naves romanas y la
con sus bares y ese olor a pescado que tumba al más pintado.
Pero como les decía al comienzo, yo descubrí esta ciudad cuando era niño gracias a una vieja enciclopedia llamada "Lo sé todo" (un título muy propio para aquellos bibliotecarios alejandrinos).
En sus hojas amarillas gastadas por el uso y el abuso, mi capítulo preferido era el de las Siete Maravillas del mundo, con sus dibujos del Mausoleo de Halicarnaso, la Estatua de Júpiter, los Jardines Colgantes de Babilonia y el Faro de Alejandría.
Debo admitir que en mi infancia, yo confundía el faro con otra de las maravillas, el Coloso de Rodas, que también tenía como función guiar a los navegantes que se acercaban al puerto de esa isla del Mediterráneo, pero sí sabía que de las siete, sólo las Pirámides habían sobrevivido a los terremotos, los saqueos y la erosión del tiempo.
Aún así, mi primera actividad en esta ciudad fue acercarme al
, construido por el sultán mameluco en 1480 con los restos de aquel faro que protegió a los marinos durante 17 siglos.
Coincidirán conmigo que pocas cosas hay en el mundo tan hermosas como los faros, torres tercas que se levantan en costas inhóspitas con sus luces amigas en la tempestad o la niebla.
Yo los amé desde pequeño y sin jamás haberme lanzado al mar. Me parecieron los objetos inanimados con más derecho a un alma (mucho más que los muñecos de madera cuya nariz crece al mentir).
Por eso, y por una vieja enciclopedia que creía saberlo todo, me atreví a llegar a esta ciudad aún sabiendo lo infructuoso de mi búsqueda.
Pero cómo negarle un homenaje al padre de todos los faros, destruido por un terremoto, reciclado en un fuerte militar, y amigo durante 1.700 años de aquellos que en plena noche rezaban a todas las divinidades por encontrar una luz, su luz, en medio de la oscuridad.
Si quieren ver más fotos de Alejandría pueden hacerlo en el espacio que hemos abierto con ý Mundo en Flickr,
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A mi también me encantan los faros, aunque al primero y el único al que me he subido es al que está en la orilla del río Guayas en Guayaquil, Ecuador... lindo lindo... cuando llegué arriba lo único que pude hacer antes de tirarme al piso (si, no tengo condición física) fue tomar una foto de la ciudad.
Sabías qué no ibas a encontrar en Alejandría, así que todo lo que encontraste fue ganancia, cuando mi papá me contó la historia de la biblioteca a los 5 años, me enojé muchisimo de que haya sido destruida jaja
¡¡Que bonito viaje!! y las fotos geniales, ¡Diviertete!
También fui a Alejandría buscando el Faro. Y de no ser por el Fuerte de Qaitbey y mi emoción de estar mirando el Mediterráneo de las grandes historias, en la ciudad donde pasaron tantas cosas, creo que me habría encogido de la decepción. Por suerte mi guía era alejandrino, así que nos recordó en todo momento la gloriosa historia de su ciudad. Ahora que estoy de vuelta en casa, solo quiero volver.
(Y como una nota de recomendación de viaje, ¿has ido al Mar Rojo? Las playas son increíbles, las mejores que he visto en mi vida.)
Mucha desilusión, mi estimado Matías...Venga por Perú y verá que su historia sigue viva.
Saludos
¿Y lo encontraste? A mí me hubiera fascinado conocer la biblioteca.
Saludos.
Nunca habia entrado a un blog y fue muy agradable, la forma tan amena que narras todo y la preciosas fotos que transportan a uno a esos lugares. Te felicito y gracias por enseñarme tan bellos lugar.
Matias: Trabajando de Turista, que tal es, las fotos son postales, contas con una familia hermosa. Paseo en tranvia, el 15 la niña bonita, para eso esta Maria, luego en la plaza de pelicula observo a Hakim con su papá. Cuanto conocimiento adquirimos con un periodista mundano, que disfruta de su familia y nos participa a nosotros sus seguidores. Un beso para todos, de tu compatriota Matilde.Saludosssssssss
Hola, Matías
En realidad el mundo lo percibimos a través de imaginarios. Ya dicen por ejemplo que Sarmiento en su «Facundo» describió las pampas argentinas sin por aquel entonces haberlas conocido. Y qué tanto más podrá Egipto y Alejandría nutrir nuestra imaginación. Y dicho sea de paso: las fotos están preciosas.
Saludos cordiales
Cuando en mi infancia vi una postal que había en mi casa con las "7 maravillas", no podía creer que fueran ciertas. Parecían sacadas de alguna serie de caricaturas de la TV.
Y más años después cuando me di cuenta que ninguna seguía en pie (sólo las pirámides de Egipto).
Para mí en ese momento, las maravillas se les tenía que considerar a los edificios en pie, los destruídos eran nada más un recuerdo.
Me emocionó la mensión a la enciclopedia Lo se Todo, dado que yo también la leía de chico. También me atraparon en ella los artículos de historia antigua y sobre mitos y leyendas, y al igual que tu confundía el faro de alejandría con el coloso de Rodas. Me trajo un grato recuerdo.
Un abrazo
Hoy me acordé de ti en el desayuno. Y es que acá en Tokyo pasaron en el noticiero de la mañana un reportaje acerca del Ramadán en El Cairo. Hicieron mención de las mesas comunitarias de las que nos platicabas en un post anterior, así como de ciertas lámparas que se cuelgan a la vista de todos en esta época. También mostraron la versión chinade tales lámparas, hechas de plástico, de colores chillones y con música no menos chillona. Feísimas versiones de un adorno tradicional...
No cabe duda que uno de los temas fascinantes de cuanto existen es escribir y soñar acerca de las ciudades que uno no conoce.
Lo mismo que pasa contigo en Alejnadría, pasa conmigo con Estambul, la capital turca, a la que desde hace más de un año se me ha metido en el corazón, y no porque yo haya leído a Orham Pamuk o nada por el estilo, sino por el simple y sencillo hecho de saber que es una de las ciudades más antiguas de la civilización con siglos y siglos, de Historia e historias, de tradición, música y literatura.
Creo que la Ciudad de México y Estambul tienen una conexión, que aún no descubro, pero que seguramente haré ahora que vaya para allá.
Te mando un abrazo.