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  Las entrevistas, Javier Lizarzaburu
  Los participantes, Ben Sutherland
  La privacidad, Beatriz Gómez
  Cuando se niegan, Joseph Winter
  El juicio a Milosevic, Geraldine Coughlan
  Menores de edad, Lourdes Heredia
  Los estereotipos, Manuel Toledo
  Confidencialidad, Thomas Lyford-Pike
  Grabaciones subrepticias
 
Las entrevistas, Javier Lizarzaburu

Una entrevista de la ´óÏó´«Ã½ puede ser incisiva, aguda y estar férreamente enfocada; puede demostrar escepticismo e, incluso, un conocimiento a fondo del tema que impida que el entrevistado se vaya por las ramas.

Sin embargo, debe realizarse de forma educada y cortés, aunque nunca debe estar parcializada o emocionalmente vinculadas a una de las partes del debate.

Además, los entrevistados deben tener una oportunidad justa para responder plenamente a las preguntas de los periodistas de la ´óÏó´«Ã½.


Las entrevistas – Javier Lizarzaburu, Sección Latinoamericana de la ´óÏó´«Ã½

No me cabe duda que una entrevista es el formato periodístico más estimulante.

Estimulante porque, en mi opinión, es el equivalente "moderno y civilizado" de un duelo. Es el enfrentamiento de dos mentes, dos maneras de ver el mundo. Dos estilos de traducirlo.

La realidad, sin embargo, se encarga de recordarme que este tipo de entrevista es más un ideal que una práctica cotidiana.

En cuanto a los tipos de entrevistas, los libros de texto tienen esta información bien organizada. Lo que les puedo decir es lo que ha sido mi experiencia hasta ahora en la ´óÏó´«Ã½.

Por ejemplo, está la entrevista que hice con una trabajadora de ayuda humanitaria que acababa de regresar de Ruanda tras el genocidio ocurrido en esa nación africana. En un caso así, ¿qué puedes rescatar? Quizá el elemento humano es lo más importante. ¿Qué vivió, qué vio, qué sintió?

También están las entrevistas que hago más seguido: a otros periodistas. Aquí lo más interesante es poder conseguir la información necesaria de los hechos que están cubriendo y el contexto de lo que está pasando. El quién, qué, cómo, cuándo…

Cara a cara

Pero cuando el poder habla o decide hablar, es cuando uno prepara sus armas. Las mías en este caso consisten de ocho dedos (no uso todos ante el computador), el 11% de mi cerebro y, desde hace unos años, la internet.

Esto me permite tener acceso a todo lo que se ha publicado sobre mi personaje. Su pasado, sus opiniones, sus vínculos políticos, religiosos o comerciales y si eso puede tener un efecto en su actuación política.

¿Qué dicen sus partidarios de él o de ella? ¿Qué dicen sus enemigos? Y la información también me ubica en una mejor posición para, por ejemplo, refutar lecturas sesgadas sobre datos controvertidos.

Recuerdo la entrevista que le hice al vicepresidente de una nación centroamericana hace unos años. Decenas de personas habían muerto en recientes disturbios. Distintas fuentes acusaban a la policía de ese país de atrocidades.

Mi entrevistado negó las muertes y los abusos de las fuerzas policiales. Negó incluso las notas periodísticas que le mostré. Pero su reacción fue muy distinta cuando le mostré que hasta fuentes oficiales de Estados Unidos confirmaban las muertes y los abusos.

El silencio y el balbuceo que siguieron fueron suficientes para aclarar la situación.

Las responsabilidades

Resulta curioso cómo algunos políticos se sienten incómodos y hasta molestos porque creen que nuestras entrevistas son muy agresivas. Más de una vez a mí y a mis colegas de la ´óÏó´«Ã½ nos han acusado de formar parte de alguna campaña internacional para desestabilizar a determinado gobierno.

Quizás más que una reflexión sobre nuestro trabajo, lo que esta actitud demuestra es lo poco que los políticos están acostumbrados a ser cuestionados. Una labor que en algunos de los países de la región termina siendo muy peligrosa para nuestros colegas que viven ahí.

Además, la ´óÏó´«Ã½ no nos permitiría abusar de ningún entrevistado. El intercambio de preguntas y respuestas se desarrolla siempre en un espacio de respeto. Tener el micrófono te da un determinado poder. Lo terrible sería creer que el poder sólo me pertenece a mí.

Es cierto que no siempre se consigue lo que uno quiere. Puede ser que nos faltó tiempo, o que el entrevistado fue muy astuto o simplemente que la entrevista carecía de un foco específico. Y esto último es otro instrumento que va a facilitar mucho la tarea.

Tener claro lo que uno quiere obtener de su fuente y del tema que van a tratar hará la conversación más fluida, consistente y sólida. Es la única manera de dejar la sensación de que se hicieron las preguntas que todos querían saber y que se expuso un ángulo de la verdad con imparcialidad y respeto.
 
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