En la carpeta "alcoholismo" de mi computadora encuentro "recortes electrónicos" de , del River Plate, y de , del Newcastle United.
Están en la misma bolsa, pero son dos gatos muy diferentes.
El Burrito habría llegado al en el club de sus amores: Diego Simeone, el técnico, ya está harto de sus claudicaciones, su irresponsabilidad y su falta de solidaridad con los compañeros.
Pero Ortega es un santo en los altares al lado de Joey Barton, un personaje oscuro, tenebroso, que parece arrancado de una película de su casi tocayo Tim Burton.
El argentino, en el ocaso de su carrera, está cerrando la trayectoria con un paso de comedia: los agentes tratan de reflotar el supuesto interés de un club de Emiratos Árabes Unidos, que acaso esté mal informado sobre Ortega.
Esa federación de Estados de la Península Arábiga, sobre el Golfo Pérsico, es relativamente tolerante del abuso de alcohol, siempre y cuando se haga en privado y sus efectos no trasciendan a la vida pública.
Antes de condenar a Ortega, pensemos en los numerosos deportistas profesionales que beben más de la cuenta o se dan el nariguetazo, pero lo ocultan al escrutinio de sus empleadores y su público.
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