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Ecuador:
las manos en el fuego
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Algo pasa en Ecuador, un paÃs del que injustamente ignoro tanto. Recuerdo
una noche borrosa de mayo en que tuvimos que despertar al encargado
del restaurante
en el aeropuerto de Quito para que nos sirviera café y sandwiches
que harÃan leve la espera imprevista en nuestro viaje al sur o al
norte, y nada más. Sé que hacÃa calor…
Pero lo que sucede en Ecuador no tiene que ver con restaurantes cerrados
en una noche tórrida. La situación del paÃs puede evaluarse objetivamente
de la siguiente forma: el Estado ecuatoriano, la nación, está en crisis.
La renuncia o destitución del gabinete en pleno, y las manifestaciones
públicas de Bill Clinton y de las fuerzas armadas en apoyo del presidente
Jamil Mahuad son dos hechos recientes que muestran la seriedad de
las cosas. Y seis de cada diez ecuatorianos son pobres.
Hagamos cuentas: después de la guerra fronteriza con Perú, Ecuador
ha tenido tres presidentes en los dos últimos años (Abdalá Bucaram,
destituido por un Congreso que lo declaró mentalmente incapaz de gobernar,
Fabián Alarcón, cuyo paso por el poder fue breve y administrativo,
y Jamil Mahuad, cuya renuncia ahora exigen muchos), lo que en opinión
de algunos es la prueba más palpable de que la nación no tiene un
lÃder y de que los partidos polÃticos no han sabido encabezar a la
sociedad civil, expresión molesta pero útil.
Además, la economÃa nacional es fragilÃsima… Hace diez meses, el gobierno
congeló las cuentas bancarias y hace menos tiempo declaró una moratoria
en los pagos de su deuda externa. Cuando eso pasó, muchos recordaron
1985, en pleno boom petrolero, cuando el paÃs estaba considerado un
deudor modelo por propios y extraños.
Han pasado catorce años de éso. Y un buen dÃa, después del escándalo
Bucaram y la controversia sobre Alarcón (la vicepresidenta siempre
sostuvo que le habÃan quitado el poder), los ecuatorianos decidieron
seguir adelante y eligieron presidente a Jamil Mahuad.
Mahuad fue popular como candidato y por eso ganó las elecciones. Como
en muchas otras partes muchas otras veces, la gente pensó que ahora
sà todo cambiarÃa. Poco tiempo bastó para que todos vieran que no
serÃa asÃ. Ante los ojos de todos se exhibió un cÃrculo vicioso y
complicado que ni los economistas -expertos de lo a posteriori-
habÃan alcanzado a prever o no se atrevieron a advertir.
Hay descontento, y la gente ha salido a la calle a gritarlo. El gobierno
declaró el estado de emergencia. La periodista ecuatoriana Saudia
Leboyer me comentó mucho antes de que se tomaran esas medidas que
lo necesario no era la renuncia del presidente sino un acuerdo polÃtico
que permitiera sacar al paÃs de la crisis.
Pero el acuerdo no se ha producido, y no hay ninguna garantÃa de que
se vaya a producir. Los partidos -advierten analistas independientes-
están buscando aumentar su capital polÃtico, y no parecen tener intenciones
de alcanzar un pacto que permita a Mahuad el espacio que necesita.
"Los pueblos se equivocan", advertÃa Maurice Joly, un soldado del
ejército napoleónico a mediados del siglo XIX. Lo mismo decÃa a propósito
de los gobiernos de Misantla don Manuel Zorrilla, fundador de la primera
versión del PRI mexicano, y las mismas palabras usó Mario Vargas Llosa
para opinar sobre la ola bolivariana de Hugo Chávez en Venezuela.
Debo confesar que la frase tiene su encanto, y tal vez podrÃa aplicarse
a Ecuador. Sin embargo, debo confesar que no me gusta, porque hace
del voto un placer en vez de una responsabilidad, y libera a todos
de la sentencia de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
Pero no conozco Ecuador, ni sé qué pueda estar pasando en los pasillos
del poder, por los que han transitado más militares que civiles desde
la presidencia de Juan Flores, el primer mandatario del paÃs independiente
en 1830.
Pero me preocupa. Hay quienes dan por hecho que el presidente Mahuad
dejará el poder en marzo, cuando se descongelen las cuentas bancarias
y la gente descubra que no hay dinero en los bancos. Puede ser. Pero
si lo que dicen los analistas es cierto, la sola partida de Mahuad
no resolverá nada.
Poco puedo decir de un paÃs que desconozco mucho. Después de todo,
esa noche turbulenta en que agobiamos a golpes de puño y de monedas
la puerta de vidrio del restaurante en el aeropuerto de Quito, en
vez de un tipo de mal humor porque lo despertamos vimos a un señor
molesto porque se habÃa dormido. No me pareció alguien que eligiera
a la ligera. Por él puedo meter las manos al fuego. Por los demás,
quién sabe. |
Dígale a Miguel
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