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Donde no se atreven la ibuprofen lisina ni el maleato de domperidona


Los analgésicos no siempre cumplen su propósito.


El dolor es como una iluminación aunque parcial, algo súbito e intenso que lo afecta todo de un lado de la cabeza, que entonces se convierte en un inmenso corazón que palpita y duele, y una aguja se clava en un ojo, detrás de un ojo, desde dentro de un ojo, y entre golpe de martillo en el cerebro y piquete de aguja en el globo ocular, más allá de la región donde la luz se vuelve imágenes, uno sabe que ha comenzado la mala hora de la migraña, que a veces dura días. Bienvenido.

En eso estuve el fin de semana, tirado en cama, sintiendo que el tiempo no pasaba o pasaba l-e-n-t-a-m-e-n-t-e, a duras penas, en la penumbra, levemente aliviado por el monólogo de E-Mary que planchaba la ropa, pensando en nada. Pero no tuve alucinaciones, aunque me martilleaba la cabeza el concepto aprendido en los arduos años del bachillerato:

Migraña viene del latín hemi, mitad, y cráneo, cráneo, que significa que a uno le duele la mitad de la cabeza, cosa que no sirve de consuelo a quienes de verdad sufren este padecimiento que nadie sabe qué provoca ni con qué se quita.

Todavía embrutecido por el dolor, el lunes leo en el diario declaraciones de un médico holandés que piensa que Pablo Picasso pintó lo que pintaba porque pudo haber padecido uno de estos dolores que todavía nadie explica y por tanto nadie puede curar, aunque el caso del artista es aún más extremo porque -asegura el doctor- lo más probable es que haya tenido alucinaciones causadas por el increíble dolor que siente quien sufre una migraña. Pero quién sabe.

Michel Ferrari trabaja en el centro médico de la Universidad de Leiden, en Holanda, y vino a Londres a un congreso que en español llevaría el extraño nombre de Mundo del Dolor de Cabeza 2000, cuyo tema único son los contratiempos de la parte del cuerpo que es asiento de las ideas y las fantasías y los sueños y las migrañas.

La mayor parte de los asuntos del congreso es cosa estrictamente de médicos (porque sólo así se explica que un grupo de personas hable sobre el uso de PNU-142633, un agonista selectivo 5-HD 1D, sobre la consistencia en la respuesta de pacientes víctimas de ataques consecutivos múltiples en la administración de triptan, sobre la seguridad y la eficacia de las combinaciones de ibuprofen lisina y maleato de domperidona en el tratamiento de migrañas agudas, y sobre la aplicación de ketamina para eliminar el aura en casos de migraña hemiplégica, y luego se vayan a tomar el té).

Ese tipo de dolor de cabeza es cosa tan seria que tiene que tratarse con sustancias tan potentes como inútiles (me persigue la imagen de la anciana abuela de un compañero de escuela, que pasó los años de mi lejana infancia encerrada en un cuarto oscuro, mascullando su impotencia detrás de una máscara hecha con una manga de blusa de luto riguroso, con hojas de naranjo maceradas en aguardiente pegadas en las sienes…), y duele más porque -como ya se dijo antes- se trata de algo cuyo remedio todavía evade a la ciencia, cuya capacidad analgésica es de todos conocida.

Una colega me dio un día un par de pastillas poderosísimas, que tomé con la determinación de quien no tiene qué perder, y pasé la mañana rebotando en las paredes de pasillos extrañamente largos y luminosos. Pero no se me quitó el dolor.

Después, cuando el sol volvió a ser la estrella amable y tibia que ilumina el verano londinense y los sonidos fueron otra vez un murmullo interminable más allá de los muros, y pude disfrutar del mundo, pensé en los otros que no tienen esa suerte y terminan extenuados por el pálpito agobiante de la vida dentro de la cabeza, el puño detrás del ojo, la aguja en la pupila, acorralados por el ruido y la luz, en una mala hora que dura todo el tiempo, sin remedio…

Después de todo, hay rincones de la vida donde no se atreven ni la ibuprofen lisina ni el maleato de domperidona.


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Clones y extraterrestres
Reflexiones de un ludita aficionado
Las olimpiadas ya no son un juego
Donde no se atreven la ibuprofen lisina ni el maleato de domperidona
Los niños de la calle y Bill Clinton
En tren, en góndola, en el baño
Qué piensa y qué oye Fujimori
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